Rosie entró en la sala y, a pesar del ruido de los martillos y los picos, entró dispuesta a continuar con su trabajo, a cumplir con la ley, con lo que el principio de jerarquía de las normas establecía, con lo que su Constitución mandaba. Se avecinaban tiempos difíciles, en los que seguro que algunos pensarían que la movía el ansia de poder. Se equivocarían al pensar eso, sin duda. Lo que les movía a ella y al resto de los síndicos era el deseo de hacer algo bien, de mantener algo vivo, algo dentro de la racionalidad en esos tiempos convulsos.
Entró y se sentó en su silla, esperando a que llegaran los demás síndicos.